sábado, 24 de marzo de 2012

El Adiós

(Este texto ya lo tenía escrito de antes, pero se me ha ocurrido reescribirlo pensando en la llegada de la Semana Santa)

Por alguna extraña razón deseaba que fueras tú.

Sabía que en el fondo no te podía tener y, aún así, algo muy dentro de mí quería que fueras tú.
Si ahora me preguntaras el motivo, no sabría responder porqué lo deseaba con tanta fuerza. Simplemente, quería que fueras tú.

Quizás se deba a la forma en la que nos conocimos. Por cómo sucedió todo. Porque me diste una esperanza. Porque tenías algo que buscaba y lo encontré en ti. Porque pensé que ese algo que tenías era un sueño imposible y, gracias a ti, me demostré a mí misma que no hay nada imposible en esta vida. Gracias a ese algo deseaba que fueras tú y me aferré a esa idea con toda mi fuerza para no caer en el error de volver a perder. Sin embargo, tú no pensabas igual. Tú tenías otros planes, otras intenciones y, a partir de entonces, todo cambió.

La próxima semana santa, hará dos años de nuestro primer encuentro y ni siquiera en aquella ocasión tuve el valor de confesarte lo que sentía. Si no me atreví a confesarte nada cuando nos vimos, fue porque pensaba que no tenía ninguna posibilidad contigo y tenía tanto miedo a meter la pata si lo confesaba, que opté por el silencio. Al final, tras tus continuas insistencias, decidí admitir que, efectivamente, sentía algo por ti. Pero ya fue demasiado tarde y, si en algún momento hubo posibilidades de algo más, perdí dicha oportunidad por culpa de no haber sabido, simplemente, disfrutar del tiempo contigo.

Ya hace dos años desde que nos vimos y los recuerdos de aquél encuentro aún permanecen indelebles en mi memoria. "El primer roce de tu piel con el mío, las primeras miradas de complicidad, el poder cogerte de la mano por primera vez, los ataques de cosquillas en los que intentabas hacer que yo perdiera (con éxito), tus dedos enroscados en mi pelo mientras jugabas con ellos sin dejar de acariciarme, los dos bailando en mitad de la calle sin que sonara ninguna música de fondo, la imagen imborrable del primer beso, la huella indestructible de la despedida…"

Sí, ya hace dos años de todo aquello y la imagen que más me cuesta olvidar, la única cosa que me gustaría poder borrar de mi mente es el adiós. Aquél inevitable adiós que separó nuestros caminos y concluyó en un indeseable pero esperado final.

Es cierto, la próxima semana santa hará dos años desde que nos vimos por primera vez y sí, he malgastado demasiado tiempo soñando con el momento de volver a repetir la experiencia. Experiencia que nunca se repetirá. Al menos no, de la forma en que a mí me hubiera gustado que ocurriera.

He reaccionado tarde.
Quizás mi error haya sido no mostrar mis verdaderos sentimientos hacia ti cuando tuve ocasión.
No fui capaz de hacerte ver lo importante que eras para mí.
He llegado tarde. He perdido mi oportunidad.
Y a día de hoy, han pasado demasiadas cosas entre nosotros como para que algo más pudiese funcionar.
La verdad es que he sido una completa idiota al pensar que podrías fijarte en mí.
Fui una completa idiota al creer que podía haber más entre nosotros.
Me hice demasiadas ilusiones con alguien que tenía claro desde el principio que esto no iba a ninguna parte.
Me hice demasiadas ilusiones al pensar que tú podrías ser mi final distinto.
Me siento idiota al pensar que, si luchaba por ti, entenderías que me importabas de verdad y podríamos tener nuestra oportunidad.
Una vez más, me toca aceptar que yo estaba equivocada y tú tenías razón.
Una vez más, me toca huir y decir adiós.
Eres feliz así y me alegro por ti.

Llegué a ti de casualidad y, de casualidad, nuestros caminos se volverán a cruzar algún día. ¿Dónde? ¿Cuándo? No lo sé. Sinceramente, ni siquiera tengo la esperanza de que nos volvamos a ver. Lo escribo así porque me resulta demasiado difícil aceptar la idea de que, después de todo lo que hemos vivido y después de tantas oportunidades perdidas, no vaya a abrazarte tan sólo una vez más.

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