jueves, 11 de abril de 2013

¡Sálvese quien pueda!

Ayer 10 de Abril hubo una pequeña incidencia en el metro de Madrid. 

El recorrido estuvo fuera de línea desde Nueva Numancia hasta Atocha. 

En Nueva Numancia, nos hicieron coger el autobús hasta Pacífico para, una vez allí, coger el metro hasta nuestro lugar de destino. 

Debido al jaleo que hubo con el metro averiado, hubo una avalancha de gente por todas partes impresionante. 

En la cola del bus, se podían observar peleas y discusiones para guardar cola desesperadamente. Gente que se colaba en la parte trasera por miedo a llegar al trabajo y dejaba a otros que estaban en la misma situación atrás. 

El metro estaba hasta arriba de gente. Tanto en el interior del metro como fuera en el andén.

En la parada de Pacífico me encontraba yo entre la multitud. Llevaba a mi espalda una mochila bastante grande y abultada. Como el metro estaba abarrotado, pasaba la mayor parte del tiempo pendiente de no dar a nadie con la mochila. Había demasiada gente a mi alrededor así que, cuando llegó el tren, me dispuse a abrir la puerta del vagón. No tenía intención de colarme. No podía moverme y tenía miedo de dar a los demás con la mochila, así que, simplemente, decidí abrir la puerta y ayudar a la gente salir. 

Cuando abrí la puerta del metro, nadie se movía, de modo que me incliné un poco hacia delante para ver si había hueco para entrar. Justo en ese momento, observé a un grupo de personas preparándose para salir. De este modo, pensé en dar un paso atrás para dejarles paso. Sin embargo, entre el peso de la mochila, la multitud, y un problema que tengo en el pie izquierdo, provoqué un mal movimiento hacia delante en el mismo instante en que la gente bajaba del metro. Como estaba en medio de la salida, fui víctima del atropello de miles de personas que, viendo que estaba ahí sin moverme, no dejaba de darme empujones y llevarme de un lado a otro sin poder hacer nada para defenderme. Pasados unos segundos, todo terminó. O eso creía yo. Me encontraba en una postura que no veía si podía dar un paso atrás o no. Una muchacha se encontraba detrás mía y como veía a mi derecha a un gran número de personas, pensé que no podía echarme a un lado y dejar salir así que, cuando dicho grupo salió del metro, decidí que lo mejor era entrar rápido quitarme de ahí. Pero fue una mala decisión. 

En el segundo intento por intentar entrar en el metro, otro grupo de unas diez o quince personas salió a la vez que yo intentaba introducirme en el vagón. Durante el segundo atropello me quedé inmóvil. Estuve a punto de desmayarme y dejar que la gente me pisoteara en el metro por ello. Cuando la segunda multitud salió del metro, intenté entrar en el vagón a toda prisa pero otro grupo grande de personas volvió a salir de él. En ese momento, mientras yo intentaba quitarme a la multitud de encima, vi cómo un par de personas se colaban por mi derecha mientras que otras me daban empujones por ambos lados para salir. Me dediqué a dar empujones a la gente para salvar mi vida y traté de entrar en el vagón a toda costa. Lo peor de todo fue, que cuando por fin consigo entrar en el vagón, tuve que aguantar las risas y los comentarios de la gente que se encontraba conmigo en el andén. No dejaba de oír: "la próxima vez deja salir antes de entrar". Solo les faltó decirme: "Te lo tienes merecido". 

Sí "señores míos", ya sé que debo dejar salir antes de entrar pero era eso o dejar que la gente me tirara al suelo y dejarme pistotear. Además, me encontré en tal posición y con tal aglomeración de personas, que no vi si tenía sitio detrás mía para dar marcha atrás o no, y, a parte, cuando intenté dejar paso, la gente me arrolló de tal forma que me fue imposible dejarles salir tranquilamente. Asimismo, el problema que tengo en el pie izquierdo hizo que, en lugar de dar marcha atrás, diera un pie en falso hacia delante y provoqué sin querer aquella situación. Por otro lado, como ya he dicho, al ver a tanta gente de golpe saliendo del vagón y dirigiéndose hacia mí, me quedé inmóvil. Nunca me había encontrado en una situación semejante y no supe cómo actuar ante tanta multitud de gente a mi alrededor. ¿Tendría que haber dejado salir antes de entrar? Pues claro. Pero en ese momento pensé que no tenía opción. Y no supe lo que hacía. Por esa razón, creo que hay que entender a la gente antes de hablar y criticar. 

Por culpa de aquello, llegué ayer a clase llorando. Más que nada porque, no sólo sufrí una experiencia traumática donde estuve a punto de ser aplastada sino que, en vez de recibir apoyo o palabras de ánimo por parte de los demás, tuve que aguantar risas, comentarios y burlas durante varias paradas antes de llegar a mi lugar de destino. 

Esta mañana tuve que coger de nuevo el metro. En la parada de Pacífico se subió uno de aquellos tiarrones que no dejaron de criticarme y reírse después de aquello. Noté que se acordaba de mí pues no dejaba de reírse cuando miraba hacia mí. Esto hizo que estuviese llorando hasta hace un rato recordando lo que pasó. 

Al volver a ver a la persona que esta mañana se estuvo riendo de mí por lo ocurrido ayer, decidí en narrar la experiencia vivida en el metro de Madrid y desahogarme un poco en mi blog que, además, lo tenía un poco bastante abandonado.
Esto no va a evitar que la gente que estuvo ahí y se acuerde de mí dejen de reírse de mí cuando me vea, pero al menos entenderán mejor el porqué sucedió todo aquello y lo mal que lo pasé. 

La gente me criticó y se rió de mí todo el tiempo en el metro porque pensó que me lo merecía. Bueno, me alegro que os haya servido de anécdota del día y sea objeto de burlas y menciones en futuras conversaciones con los amigos, en el trabajo o familiares. Yo, en cambio, estuve aguantando las lágrimas hasta salir del metro y ahora trato de superar una situación que, divertida y graciosa para vosotros, a mi me ha costado un shock postraumático, una noche sin dormir (posiblemente más en los próximos días) y pesadillas. 

Gracias por vuestra ayuda y compresión.
Espero que al menos vosotros tuvieseis un buen día.